Capítulo 5 - Emperador Monstruo, Kergel (2)
Roelin hizo un gesto una y otra vez mientras refutaba las palabras del Conde. El conde McGree entonces contorsionó su rostro. Su expresión distorsionada parecía que iba a decir cosas desagradables en cualquier momento.
Pero no pudo decir nada más porque era consciente de las miradas de los demás. El Conde le tendió la mano como si no pudiera evitarlo.
Roelin colocó tranquilamente su mano sobre la de él, y luego descendió lentamente del carruaje. Y en cuanto intentó darse la vuelta, escuchó al Conde decir algo.
"No eres más que una impostora."
"...."
Giró la cabeza en silencio antes de mirar al Conde. Cuando la fría mirada de Roelin alcanzó al Conde, este gimió.
"Parece que el Conde necesita tener mucho cuidado con su propia boca."
"¡...!"
El conde McGree se enfadó con las palabras de Roelin e intentó responderle, pero la expresión de ella lo obligó a contenerse.
Roelin apartó su mirada de él antes de darse la vuelta una vez más. La criada, que había descendido tardíamente del carruaje, no tardó en acercarse a ella.
Por fin pudo ver el Palacio Imperial de Seroif. Solo por su escala, el Palacio Imperial no solo era abrumador, sino también lo suficientemente grandioso como para no competir con el Palacio Real de Rakain. Sin embargo, no era tan extravagante como el Palacio de Rakain. Parecía que la palabra resistente se adaptaba bien a él.
"Como era de esperar, es simplemente un país incivilizado. ¿Simplemente pensaron que tenían que construirlo a lo grande?"
Se escuchó el murmullo de alguien detrás de ella. Parecía haberlo dicho uno de los hombres que había venido con toda la delegación. Tal vez pensó que alguien que estuviera lejos no podría escucharlo, ya que su voz apenas se escuchaba bien.
Pero algo tan contundente como el final de esas palabras pasó volando por el lado de Roelin e impactó justo detrás de ella.
"¡Argh!"
Un grito se escuchó a sus espaldas. Sin embargo, Roelin no pudo mirar hacia atrás ya que un hombre se acercaba lentamente a ella.
Badump badump.
En ese momento, su corazón comenzó a latir como un loco. Y se preguntó si su corazón se saldría de su caja torácica.
Roelin dio un paso atrás, avergonzada por la reacción involuntaria de su propio cuerpo. Sin embargo, su pálido rostro no mostraba ninguna emoción.
Tan solo parecía mucho más fría y altanera.
"...la hija de la realeza de Rakain parece tener algunos planes inesperados. Pero debería haber prestado mucha más atención a su propio subordinado."
El hombre que se acercó a Roelin torció una de las comisuras de su boca antes de abrirla suavemente. Su par de ojos dorados brillaban con frialdad entre los mechones negros que le cubrían la frente. Inmediatamente sintió como si se hubiera encontrado con una bestia feroz.
El rostro cansado de Roelin por culpa de toda esa tensión acabó por volverse blanco. Apenas podía apartar los ojos de aquel hombre, ya que tenía el presentimiento de que le mordería el cuello al instante si bajaba la guardia.
¿Cuánto tiempo había pasado ya?
El hombre que miraba directamente a Roelin sonrió mientras le cogía la mano. Las yemas de los dedos de Roelin temblaron sin darse cuenta. Él bajó la mirada a su mano por un momento para ver si el temblor había pasado y luego se inclinó lentamente.
"¡...!"
Sus labios rozaron el dorso de su mano. Los labios del hombre eran absolutamente fríos.
"Bienvenida a Seroif, Princesa."
Los ojos dorados del hombre eran aún más fríos. No pudo encontrar ningún indicio de calidez.
Era imposible verlo como el pretendiente de Erita.
Sin embargo, esa misma frialdad había ayudado a Roelin. Gracias a ella, pudo recuperar el sentido común. Recuperó el aliento ignorando su corazón palpitante y retiró lentamente su mano que había sido atrapada por él. Luego, dobló ligeramente sus rodillas para mostrar su cortesía.
"Es un gran honor que el Señor del Imperio me reciba así".
Entonces, el hombre, no—el Emperador—la miró con los ojos muy abiertos, como si fuera algo totalmente inesperado. Pero al mismo tiempo, Roelin también lo miraba directamente sin evitar su mirada.
En ese momento, escuchó el quejido de alguien por detrás. Solo entonces el Emperador lanzó una mirada a la espalda de Roelin antes de torcer la boca.
“El dueño realmente conoce el tema, pero el perro que sigue al dueño se atreve a ladrar sin miedo—por eso sucede esto.”
En lugar de mirar hacia atrás, Roelin miró directamente al Emperador antes de apartar la mirada. Entonces, vio el arco en su mano.
Tal vez era una flecha que pasó por su lado hace un rato. Y la flecha parecía haber alcanzado al que había cometido el desliz antes.
La crueldad del Emperador de disparar flechas a la gente sin ningún reparo, como si estuviera cazando una bestia, había sido objeto del temor tardío. Nadie podía protestar o refutar adecuadamente, quizás por el miedo que había en la propia delegación de Rakain.
"No hay que olvidar que esto ya no es Rakain, sino Seroif. ¿No es así, Princesa?"
El Emperador volvió a hablarle. Roelin miró el arco que tenía en la mano y levantó la mirada.
En contraste con su risa, sus ojos dorados eran simplemente indiferentes. Estaba absolutamente claro que no sentía nada por ella.
Entonces, ¿por qué le propuso matrimonio en primer lugar?
De repente, surgió una pregunta. Pero Roelin borró inmediatamente esa pregunta de su cabeza.
No tenía nada que ver con ella. Ni siquiera era algo de lo que debiera ser consciente. Más bien, si el hombre que tenía delante no sentía nada por "Erita", Roelin debería haberlo recibido con los brazos abiertos.
Incluso si se convirtiera en una "falsa" esposa, le resultaría demasiado difícil imitar un afecto así de "falso".
¿Cómo podría una persona que nunca había sido amada antes pretender amar realmente a alguien?
En ese momento, un hombre de cabello plateado se acercó gradualmente. Era un hombre de aspecto nervioso que parecía tener la misma edad que el Emperador.
"Mi nombre es Heinez Bashel, el Canciller de Seroif. Saludo a la princesa."
"...ah, encantada de conocerte."
Ella se obligó a quitarse ese pensamiento de la cabeza y saludó a su vez al hombre llamado Heinez. Pero Heinez ni siquiera miró a Roelin y enseguida abrió la boca hacia el Emperador.
"Por favor, entre en el Palacio Principal, Su Majestad. No se ve nada bien que se enfrente de esta manera a la delegación de Rakain, incluso antes del evento oficial."
"Estaba volviendo de cazar y simplemente me encontré con algo inesperado."
Replicó el Emperador a Heinez. Pero ninguno de ellos le había creído ni siquiera con un grano de sal. Todavía se escuchaba un gemido doloroso que provenía de atrás.
"Lo mejor sería que se marcharan ahora. Habrá algunas instrucciones separadas para la princesa y los enviados, así que por favor, síganlas con obediencia."
Heinez miró el ruido que seguía produciéndose detrás de ellos y pronto habló en tono tranquilo.
"Y ya que parece que tenemos un paciente, nos ocuparemos de él para que pueda recibir algún tratamiento médico de la Clínica del Palacio de los Extranjeros."
"¿Parece que hay un paciente? ¡Ni siquiera sabes lo qué acaba de suceder!"
En ese momento, el hasta entonces silencioso Conde McGree intervino con impotencia.
"Dios mío."
Roelin chasqueó la lengua mientras contenía las ganas de tocarse la frente.
"¿Ni siquiera sabe "quién" causó todo esto?"
[Traductor: Abbie]