Capítulo 56 - ¿Quién es la esposa falsa? (6)
Cuando uno de los funcionarios de Seroif intentó señalar la actitud de la mujer con expresión de desaprobación, Kergel levantó la mano para detenerlos. Entonces, la mujer levantó suavemente la punta de los labios y continuó con voz suave.
"Qué triste debe de ser estar enferma y sola en un país extranjero. Por eso, si ve a la gente de su país en momentos como éste, creo que sin duda ayudará a la Emperatriz a recuperarse pronto... Espero que Su Majestad lo permita."
"¿Sola en otro país?"
Kergel sonrió satisfecho y pronto habló con voz fría. Su humor se volvió frío como si estuviera a punto de congelar todo a su alrededor en cualquier momento. La mujer también endureció el rostro mientras empezaba a preguntarse cuándo podría permitirse estar relajada y ser atrevida.
Toc, toc.
Golpeó el reposabrazos con la punta de los dedos. No se escuchaba otro sonido salvo los constantes "golpecitos." No, en realidad no se podía escuchar ningún otro sonido.
En lugar del hombre que antes había respondido lentamente, el Emperador en cuestión emanaba ahora una sobrecogedora sensación de presión junto con una fría expresión que declaraba: "Aquí estoy."
"La delegación de Rakain parece estar engañándose a sí misma."
Tras aquel silencio prolongado, Kergel habló con firmeza. Sus ojos dorados miraron a la mujer con la misma ferocidad que un animal. La mujer retrocedió involuntariamente y bajó los ojos. Kergel, que sólo miraba un poco más a la figura, siguió hablando despacio.
"¿En qué lugar de este país se encuentra su Hija Real?"
"¡...!"
"Sólo está la Emperatriz de Seroif. ¿Hasta cuándo vas a llamarla Princesa de Rakain? Su país ya no es Rakain. Aquí, Seroif es su país. Es su propio país donde ella 'gobierna y apoya'."
"Dicho esto, no podemos abandonar nuestro país natal con tan pocas palabras."
Interrumpió el conde McGree al darse cuenta. La mirada de Erita, que no dejaba de presionarle para que dijera algo, le había atravesado la cabeza. Sin embargo, Kergel se limitó a sonreír a pesar de la protesta del conde antes de volver a mirarle fijamente y anunciar:
"Pero ante todo eso, ella me pertenece por completo."
Las palabras de Kergel eran firmes. También había un sentimiento de posesión en sus palabras. El conde no pudo decir nada más y se limitó a sonreír.
Y Erita, que estaba disfrazada de mujer de pelo castaño, se mordió los labios y apretó las manos con fuerza.
'¡Era mi hombre! ¡Era mi hombre! Esa profunda posesividad, ¡esta magnífica posición como la Emperatriz del Imperio, es toda mía! Esa humilde muchacha se atrevió a codiciar y robar lo que en realidad es mío'.
Sus ojos azules estaban llenos de celos y odio. Al parecer, ignoraba que ella y Lenoff fueron quienes le ordenaron literalmente a Roelin que se convirtiera en la "novia del monstruo." Erita se hizo la víctima con descaro, como si hubiera perdido el lugar que le correspondía en favor de Roelin.
'Todo se arreglará. ¿Incluso te atreves a tener algo así por esa clase de bruja?'
Erita se dio la vuelta en retirada tras el encuentro antes de girarse de nuevo y echar un vistazo al Emperador.
Un pelo negro ligeramente despeinado y unos ojos dorados que recordaban a los de una bestia. Eso le hacía parecer aún más salvaje. No era "bárbaro", sino simplemente una figura “salvaje", de la que ella se había burlado a menudo mientras trataba con Seroif en su conjunto.
Esto era algo que nunca se había visto entre los hombres de la aristocracia de Rakain. Si se comparaba al Emperador con aquellos hombres que se arreglaban de manera lujosa para hacer alarde de su elegancia, casi parecían meros pavos reales intentando lucir las plumas de la cola.
Tal vez por eso incluso le gustaba el palacio de Seroif, cuyo interior carecía de decoración común, a diferencia del lujoso palacio real de Rakain. Erita echó un vistazo a la sala y empezó a murmurar para sí misma.
'Ya lo verán. Sin duda pondré todo en su lugar y regresaré como la legítima propietaria de este lugar'.
Erita, que miraba alrededor de la sala, volvió a mirar hacia delante y comenzó a moverse. Luego desapareció entre la delegación.
* * *
"Todo en Rakain no es nada práctico. Esta pluma se romperá en menos de lo que canta un gallo y por qué le han puesto demasiadas joyas..."
Silloa estaba parloteando y cuando Lucy se dio cuenta, se apresuró a cerrar la boca. Luego, se inclinó hacia Roelin.
"Lo siento, Emperatriz. No pretendía menospreciar a Rakain en absoluto. Perdóneme..."
"Eso no está mal. Para empezar, esto no se hizo con fines prácticos."
"Entonces, ¿por qué lo hicieron?"
Silloa había olvidado que acababa de ser regañada por Lucy y preguntó en su lugar con una mirada inquisitiva. Roelin miró los regalos traídos por la delegación de Rakain con gesto adusto y contestó sin dejar de mirar a Silloa.
"Yo diría que para presumir hay un gran propósito."
"¿Para presumir?"
"Sí, quieren demostrar que tienen algo más preciado y valioso que los demás. No dudan en hacerlo, aunque sólo sea para satisfacer su orgullo."
El dinero que el pueblo podría adquirir durante años para el pan de cada día lo usaban los nobles de Rakain para gastarlo sin dudarlo ni un poco en una pluma como ésta.
Roelin sonrió amargamente mientras miraba la pluma que sostenía Silloa.
No, realmente no necesitaba parafrasear a nadie más. Podía entender perfectamente su extravagancia aunque no tuviera que basarse en la gente común.
El presupuesto de un año del anexo donde ella había vivido en Rakain ni siquiera alcanzaría para semejante pluma.
"Pero, ¿hay más regalos como esos?"
La leve sonrisa desdeñosa en los labios de Roelin desapareció lentamente. Luego miró las cajas de los regalos antes de girar la cabeza y se dirigió a Lucy.
"Esos regalos llegaron para mí, así que ¿puedo usarlos como me plazca?"
"Por supuesto, Emperatriz."
Lucy respondió a su pregunta mientras dejaba caer una reverencia. Entonces, Roelin preguntó a Lucy una vez más.
"Entonces, ¿está bien deshacerse de todos ellos?"
"¿Qué...?"
[Traductor: Abbie]